Publicado por ICSEB el 14 diciembre, 2006
Fecha de intervención: diciembre 2006
Hola, me llamo Herminia, vivo en Málaga y tengo 57 años. Lo que espero al confesaros mi historia es poder ayudaros a entender que hay esperanza para los enfermos, que como yo, creíamos que nuestro futuro estaba destinado a pasarlo en una silla de ruedas.
Llevo padeciendo los síntomas de Arnold-Chiari y Siringomielia desde el año 1987, pesar de que no fue hasta el año 97 cuando descubrieron el porqué de mi dolencia. Durante esos diez años pasé de traumatólogo en traumatólogo y de neurólogo en neurólogo, hasta que curiosamente fue una fisioterapeuta la que acertó con la enfermedad. A partir de ese momento, en tan sólo unos meses fui intervenida de craneoctomía, una operación altamente peligrosa de la que tardé más de 6 meses en recuperarme. A pesar del riesgo de esta intervención sané estupendamente, pero el sufrimiento no sirvió de mucho, ya que ni el dolor ni los síntomas menguaron en absoluto.
Al contrario, poco a poco fueron incrementándose. Así, por ejemplo, me diagnosticaron apnea del sueño y una úlcera de esófago que me obligó durante más de un año a alimentarme de líquidos y papillas, e incluso pasarme días sin comer por no soportar el dolor al tragar. Pero la cosa empeoró al sumar a todas mis dolencias la escoliosis. En ese momento me sentí totalmente indignada y defraudada, además de abandonada, parecía como si nadie tuviera ningún interés en ayudarme.
Dicen que no hay mal que por bien no venga, en noviembre de 2006 tuve una pérdida de conocimiento de la que aún estoy esperando que me den una respuesta. Caí desplomada al suelo y me lastimé los dos tobillos. A partir de ese momento mi ánimo por seguir luchando contra esta enfermedad se derrumbó y creí que sólo me quedaba resignarme.
Milagrosamente la desesperación de mis hijas las llevó a investigar por su cuenta a través de Internet, y fue así como dieron con el doctor Don Miguel B. Royo. Mandamos un e-mail esperanzados y su respuesta fue inmediata. En tan sólo quince días fui atendida en Barcelona y puse todas mis esperanzas en manos de este genio de la medicina. Ese mismo día, el 13 de diciembre de 2006, me hicieron las pruebas, el día 14 me operó y el 15 de diciembre, tras casi un año sin poder comer, desayuné dos magdalenas antes de irme del hospital. Puede resultar una anécdota tonta, pero para mí suponía el primer día de mi nueva vida. Desde entonces han sido muchos los síntomas que han mejorado. No nos engañemos, no podemos viajar al pasado y el daño hecho no tiene vuelta atrás, pero mi futuro ahora es otro gracias a la operación del Filum Terminale.
Desde entonces el dolor ha disminuido considerablemente, teniendo en cuenta que no tomo ni siquiera una de mis antiguas pastillas. Además, he recuperado parte del tacto en la mano derecha y los hormigueos han cesado. Ya no tengo mareos y no me duelen las piernas y en sentido general me siento mejor, más alegre y más activa que cuando tenía veinte años, o por lo menos así me siento. Por supuesto olvidé decir que desde ese día como perfectamente.
Gracias por luchar contra esta enfermedad con su talento, abnegación y el carácter cercano y sensible que demuestra hacia el enfermo.
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